Alta tecnología

El director de la planta, Afanasy Albertovich, irradia alegría y benevolencia. Su chaqueta ceremonial de tweed estaba cuidadosamente limpia, las inserciones de cuero estaban cuidadosamente cosidas hasta los codos y el propio director olía agradablemente a triple colonia.

“Aquí ven nuestro departamento de dibujo”, dijo a la delegación japonesa.



En la oficina, uno de los ingenieros, que antes había estado sentado tranquilamente en una silla, de repente comenzó a hacer algo extraño. Tomando unas tijeras, comenzó a cortar con cuidado de una hoja de papel Whatman un trozo de dibujo en el que acababa de trabajar.



Uno de los japoneses gritó y se desmayó. El director no estaba perdido: sacó una botella de líquido de su bolsillo interior, tomó un sorbo largo, apretó los labios con fuerza y ​​roció al japonés inconsciente con una colonia triple en forma de aerosol.



El japonés abrió los ojos. Era evidente que esta era la primera vez que lo revivían. Después de asegurarse de que todo estaba en orden, el director continuó:

- Ahora vayamos al centro principal del almacenamiento de planos.



Un viejo vigilante bloqueaba el camino hacia el centro. Constantemente olvidaba a todos los trabajadores de la planta, incluido el director, y les exigía pases. Habiendo anotado cuidadosamente el nombre y apellido de cada visitante en un cuaderno, extrañaba a todos.



La delegación entró en un gran salón lleno de enormes estantes con cajones. Afanasy Albertovich se acercó a la mujer sentada cerca de los enormes estantes con cajas:

- ¡Buenas tardes, Marfa Vasilievna! Haz un compromiso.



La mujer refunfuñó con suavidad, pero un tanto juguetonamente:

- ¡Otra vez tú, Afanasy Albertovich, con tus hojas! ¿Y no te cansas de ir y venir todos los días?

Mira, el resto de la semana no aparece.



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El guardia desapareció en el casillero por un minuto y luego regresó con un juguete en sus manos.

- Aquí estás. Espero que esto ilumine el camino de regreso. Quería dárselo a mi hija, pero lo necesitas más.

- ¡Muchas gracias! - el chico claramente se animó.

- Está bien, ponte al día con el tuyo.

- ¡Gracias de nuevo! - gritó el niño, corriendo metiendo un pingüino de peluche en su mochila.




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