La publicidad como herramienta de coerción

Los medios modernos están repletos de anuncios. Los grandes fabricantes están interesados ​​en esto, necesitan encontrar una venta para sus productos. El consumidor debe comprar un producto, y para ello debe conocerlo y querer comprarlo. Para ello, se ha construido una poderosa infraestructura destinada a imponer masivamente bienes y servicios a los consumidores. En un principio, la publicidad correspondía a los intereses del consumidor, de lo contrario no habría podido convertirse en un fenómeno de masas, pero luego la publicidad comenzó a obrar en contra de los intereses del consumidor, convirtiéndose en un instrumento de compulsión a la compra.

Esta herramienta requiere importantes costos de mantenimiento. La publicidad en televisión e Internet es cara. Se ha construido una poderosa infraestructura para la creación de publicidad y para su distribución, y no puede ser barata. Si bien hubo crecimiento económico, esto no molestó a nadie. Pero en las condiciones de la recesión, la gente tiene mucho menos dinero y los ingresos de los productores comenzaron a caer en consecuencia. Queda por esperar el momento en que los costes de la publicidad superen el efecto obtenido de la misma. Después de eso, los días del negocio publicitario estarán contados. Nadie apoyará un negocio en quiebra. Quizás alguien quiera obligar al estado a que lo apoye, pero para ello tendrá que convencerlo de la utilidad social del negocio publicitario.

Esta opción es posible. La publicidad, como herramienta de coerción, puede ser útil para el estado. Tiene algo a lo que obligar a sus ciudadanos. La transición a esta etapa se puede reconocer por el crecimiento explosivo de la publicidad social. Pero, ¿querrá el gobierno apoyar a los fabricantes dándoles acceso a su infraestructura publicitaria? Tarde o temprano, surgirá esta pregunta y se dará una respuesta obvia: el acceso a la infraestructura publicitaria se convertirá en un instrumento de presión sobre los fabricantes. Hay pocas esperanzas de que las grandes empresas obtengan algo a cambio, por lo que hay pocas esperanzas de que permanezcan libres de la influencia del gobierno. Las empresas pueden intentar resistir, hablar de libertad de expresión, libertad de publicidad, pero incluso ahora pocas personas se sienten conmovidas por esto. La transformación de las economías de los grandes estados en algo similar a la Unión Soviética es casi inevitable. La forma puede ser diferentepero la esencia será la misma: el estado controlará todos los grandes negocios.

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